Cuando estuvimos en Valparaiso, Chile, y hablamos sobre lo que hicimos con Coca-Cola, fue muy poderosa la recepción por parte del público de un comercial que hicimos que cambió a la marca. Por eso hoy empezamos mostrando Lo Mejor del 2012 con este comercial de 1995 y que hoy tiene tanta actualidad creativa.
Los primeros fotogramas del comercial no dejan lugar a dudas. Es evidente que quien pensó en eso se crió con los planos inclinados de la serie de Batman con Adam West como encapotado. El comercial asomaba en la torta con una pareja que caminaba por las calles del barrio de Belgrano, muy sonrientes, mientras que ciertos detalles urbanos eran fuertemente destacados en un color que identificaba a la marca. Era 1995, y como todavía no se había filmado Sin City, nadie podría imaginar que la influencia creativa pertenecería a Frank Miller. Y menos si tenemos en cuenta que en la novela gráfica el único color que aparece destacado es el amarillo (por el Yellow Bastard).
Entonces ya tenemos varias cosas para encontrar que el comercial de lanzamiento de la Coca-Cola de un litro fue algo realmente raro. Porque en medio del full color del menemismo, un comercial de una gaseosa se hacía en blanco y negro con detalles en rojo. Pero este comercial que tuvo a El Norbi como su director de arte, tendría más detalles para destacar y nunca olvidar en el manual del creativo freak.
Así fue que El Norbi con su compañero de dupla, el pampeano Nacho Pedemonte, se animarían con algo que nadie se había animado antes. Primero fue una pieza gráfica que marcaría un quiebre en la forma tradicional de comunicar a Coca-Cola: la botella vacía. Porque uno de los mandamientos secretos de la bebida gasificada establecía la prohibición de mostrar botellas sin líquido, en avisos o en comerciales.
Pero eso no sólo se pudo hacer eso con aquella gráfica, sino que se llegó a imponer en ese comercial para el lanzamiento del litro. O sea que además de no tener color, estar filmada en forma torcida, el comercial del lanzamiento de un nuevo recipiente, en lugar de tener en su interior el jarabe mágico, aparecía totalmente vacío. Pero el manual del creativo freaki no terminaría ahí.
El comercial tenía un argumento, contaba una historia, cosa muy extraña en una pieza de lanzamiento, donde lo que importa es pura y exclusivamente el producto, sin segundas pretensiones.
La historia nos muestra a dos adultos jóvenes que, como ya contamos más arriba, caminan muy contentos, mientras pasan por una florería, donde se pueden ver algunas flores rojas y un cartel de Coca-Cola (?). Luego de ese primer fotograma, con música onda Lou Reed, y ya en la puerta, ella, con gorro rojo y vestido al tono, le pregunta si hay Coca-Cola en casa. Él duda, con el acting y con su voz. Nunca termina de decir su línea, que sale despedido como un Exocet francés en búsqueda del líquido que justificaba esa noche de frío en Belgrano.
Era el primer comercial de la gaseosa en blanco, negro y rojo, con plano inclinado, con botella vacía, con una historia, con un bolero, y con una traición. Porque el cierre de la historia nos encontraba como testigos en una especie de juicio de divorcio, donde el hombre era culpable de adulterio con una botella de un litro de Coca-Cola.
Estas son las seis fotos fijas que quedaron de un comercial maldito, que nos gustó mucho hacer. Y que para que fuera aún más freak le sobreimprimimos en el final que continuaría, otra cosa terriblemente freak para la época y la marca.
No podemos dejar de nombrar a todos los que en más o en menos medida tuvieron que ver con nuestro paso por McCann-Erickson (Raúl Manrupe, Fabián Trapanese, Joaquín Mollá, Natalia Sternschein, y Pablo Escobar), a quienes les pedimos disculpas.